Apréndete

Nadie nos enseña a conocernos, a entendernos, a llevarse bien con uno mismo.

Fuimos durante muchos años, un montón de horas, a clases de todo tipo de materias que se suponen importantes para la vida adulta, pero en ningún momento aprendimos a cómo gestionarnos.

Y así, llegamos a la temida edad adulta. Ahora pasamos muchas horas durante muchos años aprendiendo a ser productivos, a rendir el 200%, a sobrevivir con las cargas que la vida nos va dando… pero, y nosotros?

En ningún momento aprendemos como funcionamos, tenemos que pararnos de forma voluntaria y escuchar como nuestro cuerpo se comunica, como nos hace ver que algo no funciona bien. En la locura del día a día se pierden estas señales y ya solo escuchamos cuando es imposible ignorarle.

Yo, por ejemplo, he aprendido que mi estado anímico influye en mi forma de llevar la comida. Cuando estoy agobiada por trabajo, estresada, desbordada… necesito comer más, tengo mucha más hambre de lo normal. Pero cuando estoy en un momento personal difícil, con muchos nervios y sin poder dormir bien, se me va el hambre, todo me sienta mal y es muy complicado para mi comer.

¿Por qué te cuento esto? Porque el hecho de haber llegado a entender esa parte de mi me permite gestionarlo. Antes, intentar mantener la normalidad en la comida en esas ocasiones, me generaba frustración e impotencia, ahora ya entiendo lo que pasa y puedo hacer por mejorarlo.

Desde que se cómo funciona mi cuerpo en esos casos, como se comunica conmigo, me evito pelear contra él (pelea que siempre perdía) e intento solucionar lo que realmente es el problema. Que coma más o menos en unos días concretos no depende de mi empeño por hacerlo, por lo que tengo que arreglar lo que hace que esto sea así. Poniendo mi foco y mis energías en lo que realmente me pasa (la comida se queda en un segundo plano) puede prestar más atención a lo que necesito, permitiendo a mi cuerpo expresarse como necesite y sin pelearme con él por ello.

Con esto también nos tratamos con más comprensión, más cariño y más respeto. Nos permitimos ser, dejamos que nuestro cuerpo se manifieste, lo que ayuda a que vayamos respetando también más nuestras señales de hambre y saciedad.

Párate, escúchate, apréndete…

Deja un comentario