Y empezamos…

No quiero ser una nutricionista que te complique la vida si quieres cuidarte, así que te voy a contar adaptaciones que podemos hacer en el día a día, sin tener que comprar “fresas salvajes regadas con lágrimas de unicornio”.

No me gusta que la gente con la que trabajo pase hambre o acabe aburriéndose de la comida, no se trata de eso. Se trata de aprender a disfrutar de otra forma, con otras raciones y con otras elaboraciones (al menos de manera habitual).

¿Te has planteado que cambiando lo que comes puedes comer lo que necesites?

En cuestión de números, o energía, es lo mismo que comas un bollo con mantequilla industrial que una pila de tostadas de pan con mermelada. ¿Qué te llenará más?. ¿Te podrías acabar las dos opciones?.

Esto no quiere decir que nunca más podamos comernos el bollito, ¡claro que no!, pero si es nuestra elección habitual será difícil mantener el equilibrio diario. Tenemos opciones más saludables e igualmente sabrosas para poder hacer del bollito algo exclusivo, fuera de la norma.

Del mismo modo, haciendo esto, el bollito será un motivo de celebración y disfrute extra, ya no forma parte de la rutina.

Te propongo que pruebes a cambiar el bollito, galleta, cruasán… y me cuentes que opción eliges y porqué.

Y te dejo la imagen que se grabará en tu retina la próxima vez que vayas a comerte ese bollito, si de verdad tienes hambre igual prefieres cambiar tu elección 😉

Deja un comentario